SERES MITOLOGÍCOS DEL PERÚ
SUPAY
SUPAY - originariamente era un geniecillo vinculado al mundo de los muertos y lo extraordinario (Uku Pacha), entonces, como todos los duendes autóctonos, no era tan malo. Los pobladores andinos sabían muy bien cómo hacer tratos con él. Su comportamiento respondía a sus volubles estados de ánimo o a la simpatía que sintiera por la persona que lo invocaba.
Cuando llegaron los españoles, decidieron arbitrariamente considerar a todos los espíritus autóctonos como aliados del demonio y, entre todos ellos, eligieron al Supay para personificar al más malo de los malos. Le otorgaron un poder superior, pero a cambio le obligaron a usar nuevas vestiduras. Desde entonces, luce cuernos, cola y patas de cabra. Con esta transformación sufrida, el Supay adquirió el hábito de comer gente y robar almas. En muchas zonas, los campesinos le temen a tal extremo que evitan siquiera mencionar su nombre.
Ciertas noches ronda el mundo de los vivos en forma de algún animal, generalmente un toro, chancho o chivo. Esto puede causar confusión a los lectores, quienes deben estar preguntándose: ¿un toro aparecido a medianoche es un condenado o es el mismísimo Supay? La respuesta la dará el olfato, pues un demonio deja el característico olor del azufre a su paso. Otro indicio a considerar es la presencia de cadenas. Si las lleva, es sin duda un condenado. En cualquier caso, nuestra recomendación es no quedarse a averiguarlo; correr hacia algún lugar seguro es lo más aconsejable.
DANZANTES DE TIJERAS
DANZANTES DE TIJERAS - Los primeros pasos de la danza de tijeras provienen de tiempos muy remotos, pero su forma moderna se originó pocos años después de la invasión española. Fueron las propias huacas, saqueadas y olvidadas, quienes iniciaron este movimiento. Los espíritus de dichas huacas se apoderaron de esta estirpe de acróbatas denominada los danzaq, induciéndolos a entrar en trance con una fuerza que los impulsó a sacudirse en un principio y finalmente a danzar.
Los danzantes son también chamanes, pues mediante ellos se manifiesta el espíritu de los Wamani. Durante toda la danza llevan en la mano dos hojas de tijera, grandes y afiladas, con las que producen un repiqueteo o golpe metálico que los acompaña en el trance. En ella se intercalan acrobacias, saltos, demostraciones de fuerza y sorprendente agilidad. Pueden tragar sapos vivos, atravesarse el cuerpo con agujas o introducir espadas en su boca.
Por su parte, las tijeras serán preparadas para acompañar al danzante; deberán pasar una noche entera en una laguna u otro lugar sagrado.
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